"Es como un movimiento en espiral. La memoria histórica se reactiva y a la vez se reelabora y resignifica en las crisis y ciclos de rebelión posteriores. Es evidente que en una situación colonial, lo “no dicho” es lo que más significa; las palabras encubren más que revelan, y el lenguaje simbólico toma la escena." Silvia Cusiqanqui
Nos encontramos en una América que asiste a su pachakutik, un proceso lento y doloroso; que tensiona el tiempo histórico y destruye la linealidad; anuncia la renovación, la catástrofe; un proceso de inflexión y cambio profundo. De un tiempo a la actualidad el denominado modelo chileno se encuentra en jaque. Las exigencias de la sociedad civil chilena se vuelven palpables por las calles del país. La molestia y, por consiguiente, protesta social, ha tomado cada vez más fuerza y adhesión entre quienes no se sienten representados en lo más mínimo ni por el Estado ni por la clase política, generando como resultado diferentes frentes de conflictividad, tales como activistas ecológicos, trabajadores del cobre, estudiantes secundarios y universitarios, profesores y el pueblo mapuche entre otros. Este fenómeno social con el cual nos encontramos, es un escenario en el cual existe un enorme vacío de poder, traducido en el fracaso de un estilo de gobierno tecnócrata, y para cuya sociedad la única vía de expresión de la ciudadanía y de su impotencia, además de la impulsividad a fin de marcar presencia y exigir sus derechos y respeto, es definitivamente la calle. De estas reflexiones y del trabajo en colectivo con Karin Arce Gacitúa, chilena; Carolina Barragán, de madre chilena y Dario Osorio Tilleria, chileno; surge una performance sonora, “una cacerola todas las voces”, de todos los días de las protestas, que llevan al día de hoy más de un mes en Chile; nos proponemos construir un ritual colectivo, activar el sonido y potenciar la escucha individual. En torno a estas situaciones que nos tocan muy de cerca, rindiendo un homenaje al proceso de despertar del pueblo chileno; como dicen en las calles “no son 30 pesos, son 30 años”. En las calles chilenas nacen la poesía, el encuentro con los otros, olvidados en el capitalismo furioso e individualista. Proponemos un espacio en donde reconstruirnos, mediante un ritual colectivo, que nos recuerdan la zampoña y los sikus, instrumentos que solo arman su melodía cuando se tocan en colectivo. La cacerola construida con restos de asaderas y olla usadas, nos remite al proceso de la búsqueda de la madera para el kultrum, instrumento de percusión mapuche, para construirlo se le pide permiso al árbol y su madera; nos devoramos el símbolo de la bandera mapuche, pintado en los cueros del kultrum, que representa las cuatro direcciones y un centro. Tomando como centro Plaza de la Dignidad , hoy plaza de la dignidad, y dividiendo la cacerola en cuatro direcciones; en cada una de ellas seleccionamos audios que se mueven a medida que avanzan las marchas hacia los cuatro puntos cardinales, desde ese punto central; tomando la cuchara a modo de baqueta activamos el material sonoro, recopilado por la Agrupación Chilena de Sonidistas Audiovisuales, de todos los dias desde el comienzo de las marchas. Utilizamos como interfaz Arduino, en el sensado de piezoeléctricos, que actúan activando los audios, guardados en Processing. Pensamos en un futuro utilizar comunicación bluetooth y trabajar los audios con Pure data, ya que nos ofrece recursos mas amplios en lo referente al sonido. Registro audiovisual, realizado en espacio Nixso, Buenos Aires argentina el día miércoles 13 de Noviembre de 2019